El eje
Marín-Ferrol : Con la excusa de escuchar cómo va el Madrid, acompaño a mi
hermano a la cocina, donde va a preparar una tarta de crepes. Al fondo del
pasillo sigue el cumpleaños, del que nos alejamos un poco para acercarnos a
Riazor. Me siento en una silla alta, con la copa de Asido en la mano, mientras
veo que mi hermano ha encontrado el camino más corto desde los huevos y la
harina a las crepes que va sacando de la sartén. Donde yo me perdería en un
bosque de cáscaras rotas, restos de harina y bordes quemados, él se mueve con
una precisión a la que sólo le falta, como a un fotógrafo seguro de su obra,
colgar cada crepe en una cuerda al modo de la fotografía recién revelada. Capa
a capa va saliendo la tarta.
El Madrid, por lo que oigo, se
mueve por el partido como si el campo, igual que la sartén, también fuera
antideslizante y no hubiera a qué agarrarse. Me doy cuenta de que quiero que
gane el Madrid y que no pierda el Depor. En eso, soy como la tarta, con una
crepe pidiendo una cosa y la siguiente la contraria. Si me alejo lo suficiente
del Madrid, como ahora del cumpleaños, descubro que, de elegir un segundo equipo,
ése sería el Depor : con ningún otro equipo me planteo una excepción a la regla
merengue del ganar y, si es posible, machacar. Cosas de haber hecho el eje
Marín-Ferrol en la mili y de que muy buenos recuerdos sigan clavados con
chinchetas a aquella tierra.
Si tuviéramos más ingredientes,
seguiríamos viendo la tarta crecer hasta alcanzar un tamaño al que Norman
Foster daría su aprobación. También vi construirse las Cuatro Torres de la
Ciudad Deportiva para descubrir ahora que parte de mi sacrificio, aguantando
los interminables atascos que sus obras provocaban cada mañana, no sirvieron
para nada porque empiezan ya a buscar la manera de deshacerse de alguna de
ellas. De esta tarta sí que vamos a sacar más partido. Mi hermano coloca la
última crepe y dibuja encima de ella un seis con chocolate.
-¿Cola Cao o Nesquik? – le pregunto,
para que no se me escape ni un detalle y sepa que no he dejado de ser un buen
alumno todo ese rato.
Pero los cocineros no revelan sus
secretos. ¿Madrid o Depor? ¿Cola Cao o Nesquik?. Cuando la tarta ya está lista,
con las velas dispuestas, el Depor mete un gol. Me alegro; después me cabreo;
me vuelvo a alegrar; me vuelvo a cabrear. Para fijarme emocionalmente, decido
adelantarme y regresar al salón, donde la referencias son más claras y uno no
anda sometido a estos vaivenes sentimentales que provoca el fútbol.
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