viernes, 6 de mayo de 2011

Hormigas


Daniel, que está merendando junto al coche, ve a Jorge y Carlos, sus mejores amigos de clase, y sale corriendo hacia ellos, con el bollo en la mano, como si no se hubieran despedido hace cinco minutos.

La madre de Jorge, que camina detrás de los dos, les advierte de que hay una mierda de perro en el suelo.

-No la piséis.

Y los tres juegan a tratar de pisarla, haciendo que la evitan, hasta que uno de ellos, no sabemos quién, la pisa.

-¡Frotad las suelas contra la arena! – les recomienda el padre de Jorge, que se acerca hacia nosotros sabiendo que ésta va a ser una despedida larga. Los viernes conviene tomarse las cosas con más tranquilidad.

Los tres salen corriendo, arrastrando los zapatos, muertos de risa, hasta que, un poco lejos, descubren algo que les llama mucho la atención. Uno se agacha, después otro y otro.

Tienen cara de estar viendo hormigas. Reconozco en la de Daniel la mezcla de curiosidad y reto. No sé por qué, pero parece que con seis años todavía uno es capaz de recordar alguna vieja afrenta, quizás de la época del Neandertal, que todavía exige ser vengada. Cogen unas ramas, las mueven por el suelo y se ponen de pie.

Comienzan a saltar encima del hormiguero al estilo de los masái, como si no hubiera nada más divertido, como si el buen curso del mundo dependiera de que no quedara ni una hormiga viva. Le grito a Daniel que no haga eso. El se detiene un momento y me mira sorprendido, como diciendo : Pero si son hormigas.

No le doy una explicación porque no se me ocurre ninguna. Pocos niños habrá en el colegio a los que les gusten tanto los animales como a Daniel. Si ve un documental en la televisión, se queda quieto, atento a la pantalla, disfrutando de algo que él sabe que es sorprendente y que, con cuarenta años, te tienes que recordar que lo sigue siendo. Su vocación no ha cambiado:

-De mayor quiero trabajar en un zoo.

Así que no sé qué decirle. A lo mejor hay que ver documentales de insectos. Hemos visto, en la serie de Mis Animales Favoritos, al canguro rojo, al ñu, a la nutria, a los macacos japoneses, al oso negro, al armiño, al damán, a la cebra, al frailecillo o a la foca gris. No creo que ahora estuviera saltando encima de alguno de ellos. El problema de la hormiga es que es pequeña, no se la escucha, no ataca, hay muchas, se asustan enseguida, son rápidas, pueden esconderse, reaccionan a lo que les haces, sabes que su punto débil es la entrada al hormiguero y nadie va a notar que has pisado unas cuantas.

Sus amigos dejan de saltar y los tres vuelven a mirar al suelo, como si contaran las bajas y calcularan cuántas hormigas más tienen que matar para que esta rencilla histórica se acabe.

Los padres de Jorge han presentado una solicitud para cambiarle de colegio. Hoy salían las listas con los admitidos. No les pregunto nada. Ya me enteraré, más pronto o más tarde. Se me hace raro pensar que estos tres enanos, siempre tan juntos desde primero de infantil que al pronunciar el nombre de uno salía el de los otros dos, como cerezas enlazadas, tengan que separarse.

Es viernes. Esta cubierto pero no creo que llueva. Los últimos niños salen del colegio acompañados de sus padres. Ya quedan pocos coches junto a la entrada. Ni los padres de Jorge ni yo insistimos en que regresen. Esperamos. Es Marcos, el hermano mayor de Jorge, el que se pone al mando

-¡Vamos, Jorge!

Es un grito definitivo. En las orillas de algún lago de África un grupo de pájaros somnolientos habrá echado a volar, asustados.

1 comentario:

  1. Gracias por tu trabajo... esta semana ha sido un auténtico placer leerte, mirar al anochecer por esta mirilla y encontrar tus palabras que han provocado una sonrisa cómplice. Gracias.

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