La celebración de San Isidro : una gran cola en el colegio para llegar a una mesa en la que sirven chocolate en vasos de plástico y entregan dos rosquillas por persona. Los niños se saltan la cola y van directamente a la mesa, animados por sus madres, que les hacen gestos nerviosos con las manos.
Nos sentamos en el patio a comernos las rosquillas.
-Los de tercero ya no celebran San Isidro – me dice Daniel. No sé si deseando llegar pronto a tercero no llegar nunca. El chocolate caliente le deja una fina línea marrón encima de labio.
Toda esta celebración me parece una chorrada, pero hay algunas cosas que hacen que hoy no me parezca mal. Esa línea marrón encima del labio de Javier es una. Otra : Cómo le sienta el traje de chulapa a Lucía. Le digo que está muy guapa y me mira enfadada, como si un padre no debiera decirle eso a su hija. Otra : Algunos lazos del vestido de Lucía se sueltan y me pide que se los ate. Me gusta atárselos. Otra : Una niña china, quieta en el patio, con el pañuelo y el clavel en su pelo. Otra : Cómo Daniel incapaz de recodar la palabra chotis, se inventa cada vez una distinta.
Dejamos que pase la tarde sin prisas, comiendo rosquillas y bebiendo chocolate. Poco después, ya no hay cola y Daniel se acerca a por las rosquillas tranquilamente. Es una imagen curiosa la de ver un patio de colegio lleno de chulapos y chulapas corriendo de un lado a otro, evitando ese vaso caído de chocolate que rápidamente una mujer viene a limpiar.
La mujer frota con la fregona hasta quitar el chocolate. Una vez limpio, no se detiene y sigue pasándola por un área que crece y crece, como si se hubiera propuesto limpiar todo el patio. Si viera la línea marrón sobre el labio de Daniel no dudaría en limpiársela con la fregona. Si María estuviese aquí ya le habría pasado un kleenex antes de que se secara. Ahora ya es tarde. No habrá quien se la quite.
Hago fotos hasta que lleno la tarjeta de memoria.
Les llevo a la clase de música sin pasar por casa. Paloma, al verles, les pregunta si saben bailar el chotis..
-¿No? ¿En serio? – Les pregunta sorprendida.
No, esta es una fiesta de disfraces, chocolate y rosquillas.
-Pues vamos a solucionarlo – les dice mientras entran en clase.
Hace buena tarde. Me quedo en un banco por la zona leyendo “Ya no pisa la tierra tu rey”, de Cristina Sánchez-Andrade, un libro que he empezado esta mañana. “Media hora después sale el marqués masticando pelos, abotonándose el cuello de la camisa” (Página 13). “No había cosa que más le gustara a ese memo que la cosquilla fresca de la libertad” (Página 20). “Porque el remordimiento es un murciélago que bate las alas, una arañita , un ratón que roe los bordes y llega hasta la medula (Página 30). “Reíamos hasta el atardecer y la risa estallaba en la cabeza como un fuego de artificio” (Página 32). “Salimos, unas más altas que otras y en línea horizontal, un peine desdentado que avanza por el camino” (Página 35). “Manos que abren la boca y gimen en la oscuridad. Manos que sueñan con tener lo que tienen otras manos. Ágiles para freír filloas y torpes para el amor” (Página 48). “Durante unos minutos rebuscamos entre el fango, el gesto torcido y los párpados apretados para espantar el asco” (Página 43).”Durante un rato, nos odiamos de una manera tan dulce y prolija que es exactamente como si nos estuviésemos amando” (Página 52). “El dolor es fértil como la alegría” (Página 53). “Se olvidó de hacerle comprender (quizá tampoco ella lo sabía) que la vida es un continuo subir para luego bajar, cumplir un absurdo encargo impuesto por uno mismo” (Página 58).
Llego hasta la página 62. Mientras leía no dejaba de escuchar a los pájaros. Cuando levanto la vista les sigo oyendo, pero soy incapaz de ver a ninguno.
Recojo a los enanos de clase. En casa nos hacen una demostración de lo que han aprendido. Me parece un baile estúpido, pero, a pesar de todo, no puedo evitar que me dé pena ver cómo se quitan los trajes para ponerse el pijama. Esa sensación, de nuevo, de que he tenido algo delante que no he sabido aprovechar. Cuando les vuelva a ver con ellos habrá pasado un año.
-¿Y esa mancha que tienes encima del labio? - le pregunta María a Daniel.
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