martes, 28 de junio de 2011

De caza


Son las 23:50 y estoy en la terraza. Tranquilos, que hoy no me voy a poner lírico en plan “toda vida vista desde cerca es maravillosa” y tal. No. Sé que he tenido mis post suaves y conciliadores con los vecinos que podrían ser el germen de alguna película alternativa, Sundance, de título “Las grandes verdades de las pequeñas cosas y además no traspasa”, pero he visto que por ahí no van los gustos de los de la Fullbright y que, es más, pareciera que me alejara de esa beca que tan bien le vendría al mundo en general, al arte el particular y a mí mismo como persona física, a secas.

En qué estarán perdiendo el tiempo los de la Fullbright, con el esfuerzo que me tomo en escribir la palabra bien.

Fulbrai aparte, conciliación vecinal aparte, hoy estoy aquí por un tema de caza. Yo, que estoy en contra de semejante deporte en el que a un equipo se le dan treinta balones y cincuenta delanteros y al otro un portero recién operado de cataratas, me encuentro aquí practicándolo.

Podría decir que he leído algo en Ortega que me ha convencido, pero eso sería limpiarme la sangre que llena mi boca y que me anima a quedarme aquí, con sed de más sangre, vigilando la piscina comunal a la espera de que llegue el cabrón.

23:58. Del cabrón no sé nada, solamente conozco sus hábitos : suele pasarse la prohibición de bañarse de noche por los cojones (iba a decir lo del arco del triunfo, pero con la boca llena de sangre los tacos salen más fluidos) y, antes de zambullirse en la piscina, apaga el aparato del cloro.

Podría decir cabrón, o egoísta, o imbécil, o descerebrado, o fantoche, o mameluco, o hijoputa, o cromagnon, o pelele o mamonazo.

Al día siguiente la piscina no tiene cloro, la socorrista se da cuenta y compensa la carencia con una dosis buena, en plan chorro generoso de aceite. Ahí vamos con el cloro.

Y sucede que hay ojos a los que esa súbita dosis de cloro no le sientan bien. Los ves todo rojos y piensas :

-Coño, parecen los del emperador de la Guerra de las Galaxias.

Y te ríes, claro, siempre que el de los ojos no sea tu hijo y tú no seas un cabrón.

-Mecagoensuputamadre.

Así, de seguido. Y lo escribo y lo lamento, que seguro que hoy se pasan por el blog los de la Fulbrai y todo mi esfuerzo se va a tomar por culo. La Coixet tampoco me va a pedir que la ayude con su guión, no.

0:03. Pero no importa. Hoy estoy de caza, esperando que el cabrón aparezca para darse un baño y así tener la oportunidad de agradecerle esa mirada roja en los ojos de Daniel durante toda la tarde.

Esperaré y esperaré y cuando se meta en el agua le tiraré un secador que he empalmado con cuatro alargadores al enchufe del salón en el que normalmente va conectada la PS2.

¿A quién no se le ha caído alguna vez un secador a una piscina?

Si has llegado este punto y eres de la Fullbright, te animo a que te pases mañana por aquí, donde todo volverá a ser cortés y educado y el talento no estará sepultado bajo tantas palabrotas desafortunadas.

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