jueves, 9 de junio de 2011

Una comida especial


Pensaba que sería otro día de menú de diez euros, pero, por una de esas sorpresas que te trae la vida, he terminado comiendo en un restaurante de nivel. Con lo de nivel no me refiero al precio, obvio, sino a una serie de detalles que están ahí y a los que hay que prestar atención si uno sólo lleva en el bolsillo los vales de comida : mejor cambiar de lugar antes de que sea demasiado tarde.

1-Sólo hay camareros.

Mayores, con chaqueta y pajarita negra. Se mueven despacio y con la seguridad de que ellos son parte del local. Tienen cierto aire académico, como si entre plato y plato se leyeran el Wall Street Journal en la cocina y estuviera deseando que les preguntaras algo.
-¿Y las predicciones de Meredith Withney?
-Obvias si en EEUU no acometen un rápido programa de reducción de gasto que mantenga el nivel de los bonos. Le aconsejo que pida rape

(En el local del menú a diez euros sólo hay camareras jóvenes, vestidas de negro, que no dejan de moverse de un lado a otro. Siempre se ven caras nuevas)

2-Mientras esperas, te ofrecen un vino.

Te colocan la copa en la barra y te sirven un vino tinto sin preguntarte si Rioja o Ribera, como si lo importante es que estuviera bueno y eso es algo que ahí se da por descontado.

(En el local del menú a diez euros esperas de pie porque apenas se queda una mesa libre, la preparan en cuestión de segundos, como si eliminaran el rastro de un asesinato)

3-No hay televisión.

Aquí se viene a comer o a hablar de negocios, no a distraerse.

(En el local del menú a diez euros, lo primero que ves al entrar es una televisión de pantalla plana en la que cuentan que una vaquilla se ha escapado, te explican una nueva manera de preparar el salmón o repiten los diez mejores goles de la última jornada, del peor al mejor)

4-Hay corbatas.

Hay muchas corbatas. Son corbatas de jefe, con los nudos bien hechos, y cierta rigidez. En cierto modo, las corbatas reafirman al que las lleva, son un símbolo más de su posición. No hace falta que te den su tarjeta para que sepas que tienes delante a un CEO : ya te lo dice su corbata

(En el local del menú a diez euros también hay corbatas, pero las pocas que se ven parecen llevarse por obligación, y eso se nota. Como el que pasea a un perro que no es suyo)

5-El camarero anota lo que pides.

Lleva un cuaderno y escribe lo que quieres comer, letra tras letra. Si se lo pidieras, seguro que podría hacerlo en el tipo que quisieras. Times New Roman, por ejemplo. El bolígrafo con el que esriben no es un bic de plástico. Cuando termina cada plato, afirma levemente con la cabeza para que le digas el siguiente.

(En el local del menú a diez euros la camarera coge la nota impresa en la que están los platos y va colocando un palito al lado de cada uno. Cuando termina, los cuenta, nos mira y multiplica por dos y si las cuentas le salen, se marcha para la cocina)

6-Alguien habla en inglés.

En la mesa de al lado, un hombre mayor, con camisa blanca y corbata, le traduce los platos al que tiene al lado, que no habla español. Se atasca cuando llega el momento de traducir merluza. En vez de consultarlo en el móvil, como haría yo, le hace una señal al camarero y le dice algo al oído.

Al rato, el camarero se presenta con un plato en el que lleva un trozo grande de merluza. Ayer nadaba en el mar y hoy hace de traductora

(En el local del menú a diez euros se escucha español con acentos de todo el mundo. Cada camarera tiene el suyo)

7-No hay salsas ni patatas fritas.

La ensalada trae lechuga, tomate, atún, cebolla, huevo duro y aceitunas. Nadie nos ha preguntado qué salsa queríamos. Aceite y vinagre. Al bacalao que pido le acompañan unos cuantos pimientos rojos desmenuzados, casi por un tema de estética.

(En el local del menú a diez euros las ensaladas tienen salsas de diferentes nombres. El segundo plato suele ser un montón de patatas fritas al que le ponen algo de pollo o de carne, casi por un tema de estética)

8-No hay prisa.

Hasta que no nos comemos el último trozo de calamar y de tomate no se llevan los entrantes. Si hiciéramos la prueba de dejarlos ahí para ver quién pierde antes la paciencia, estoy seguro de que seríamos nosotros los que tiraríamos la toalla. Aquí sobra tiempo. Pueden darte todo el que quieras.

(En el local del menú a diez euros te dejan el segundo plato si, por culpa de la conversación, te retrasas con el primero. Las camareras saben hacerlo de forma que no resulte violento. Dejas de charlar y, con sentimiento de culpabilidad, vuelves a centrarte en el plato)

9-Acompañan el café con dos pastas.

Y nada más dejarlas en el plato de ofrecen un chupito.

(En el local del menú a diez euros te sirven el cortado. Si no se derrama un poco de café en el plato ya me doy por satisfecho)

10-Traen la cuenta en una pequeña bandeja plateada.

Haciendo que nos sintamos como embajadores recibiendo un importante parte del frente. Para que la escena fuera perfecta, la cuenta debería venir en un sobre acopañado de un abrecartas.

-Gerónimo, que por fin ha caído.

(En el local del menú a diez euros te tienes que acercar a la barra a pagar. La chica mete la tarjeta en el terminal, te pide que teclees el ping y espera. Tú también esperas. Miras si llueve. Te metes las manos en los bolsillos. Piensas en un par te tonterías. El terminal responde y la chica, de un tirón preciso, te entrega el recibo con la tarjeta)

Este sitio está bien y la comida es propia de un sábado, pero me sentiría extraño viniendo aquí todos los días. Fuera de lugar en muchos sentidos, incluyendo el moral. Mi sitio ahora es el local del menú y creo que lo seguirá siendo por mucho tiempo.

Pero del bacalao que me he comido me voy a acordar mucho, mucho tiempo.

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