Ayer Daniel cambió unos cromos por una serpiente de unos quince centímetros. La serpiente tiene pinta de haber pasado por muchas manos o por las mismas muchas veces. Como suele sucederle, se convirtió inmediatamente en su animal preferido.
-Mi favorito es el murciélago y después la serpiente. No, espera. Primero la serpiente y después el murciélago.
-¿Y tú Lucía?¿Tienes algún animal favorito?-No – Me contesta deprisa, como si me echara en cara la ambigüedad de la pregunta, que en su casa debería haber especificado si me refería a animales de juguete o de verdad. Tratándose de Lucía, es probable que no coincidan.
Todo esto para decir que tenemos un animal más en casa. Como los cromos se los regalan sus amigos, se puede decir que esta serpiente le ha salido gratis, lo que no ha afectado a su valor sentimental. Con los años aprenderá, gracias a la publicidad, que lo suyo es querer más lo que más te ha costado, dejando en la infancia cosas que es mejor olvidar.
Ayer le demostró su valor al meterse con ella en la bañera, un privilegio reservado para muy pocos, pero ha sido hoy cuando ha tenido su verdadera prueba de fuego en la piscina. La piscina tiene algo de sagrado : lo que ella une, es difícil que lo separe el tiempo.
Antes de bajar, me da un hombre rana de plástico para que haga el papel de secundario. A esta serpiente le gusta morder, es mala, tiene unos colmillos finos, su veneno te puede llegar al corazón, te rodea con su cola y te mata, nada más deprisa que tú, no la puedes ver venir, ni oír, es fuerte y le encanta ensuciarse. De mi hombre rana no sabemos nada, sólo que está aquí para que la serpiente le muerda y se muera.
-¿Y no pueden llegar del hospital para curarle?
-No. Vamos a jugar.
Me gustaría saber en ese momento, metidos en la piscina, a qué se refiere con jugar, si la historia ya está definida y todo lo que tengo que hacer es dejarme matar. Sería como decir que vivir es conseguir una hipoteca y luego dedicarte a pagarla.
Tengo que buscarme otros ejemplos porque lo de la hipoteca me deprime.
A lo que íbamos. El hombre rana se sumerge y la serpiente le muerde y le mata. Y ya está. Sale con los dos juguetes, los deja junto a la toalla y viene a jugar conmigo.
Por la noche veo que ha colocado la serpiente en la mesa roja que tiene junto a la cama
-Así me protege – me dice.
No le pregunto de qué le protege, pero, sabiendo que la quería para esto, la veo con otros ojos. Quizás en sus pesadillas aparezcan hombres rana abriendo la puerta del armario con la intención de llevarle a lo más profundo del océano. Si es así, a partir de ahora será mejor que se queden dentro del armario. Deberían tener miedo de esa serpiente sin pedigrí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario