viernes, 10 de junio de 2011

La Zaranda

El pirata Barbacoa me enseña su plano del tesoro. La verdad es que es un poco extraño, porque junto a la primera X, la que señala el punto de partida, aparece la palabra “Zaranda”. Si sigues la pista de la línea discontinua, junto a la segunda X, la que marca el lugar donde está el tesoro, se puede leer “Zaranda”

- ¿Qué clase de tesoro es éste?

Barbacoa no dice nada. Barbacoa deja que su loro de trapo diga algo. Y esto es lo que dice el loro de trapo :

-Enséñame tu plano.

Me palpo el hígado, el corazón, los pulmones, el bazo y le doy un golpe al estómago :

-¡Qué bueno el Tilenius!-Le digo.

El loro es implacable.

-El plano.

Rebusco y toco hasta que doy con él. Es un papel doblado que le entrego para que él lo abra con sus alas. Yo ya sé lo que aparece, así que os lo digo antes de que el loro lo despliegue con sus alas. En la X de partida aparece “Nicholson Baker”. En la de llegada, “Nicholson Baker”.

Así que no es tan raro, me demuestra el loro, que uno salga de un sitio para llegar al mismo lugar. En el plano del tesoro, tu objetivo está ya a tu espalda.

Compro dos entradas para ver “Nadie lo quiere creer”, en el Teatro Español, que es un sitio que está muy bien porque lo rodean locales en los que tomarse un vino, y cuatro croquetas y un humus con un pan muy fino en lo que empieza la obra, a las ocho y media, un viernes como hoy.

Pasa gente curiosa por la calle Prado. Ellos, viéndonos comer estas croquetas, también pensarán lo mismo. Gente curiosa.

A las ocho y cuarto, los platos limpios, pedimos la cuenta y nos vamos al Español.

"Nadie lo quiere creer". Esta es una obra como esos chupitos que te ofrecen, con una mirada de complicidad, al final de una comida.

-Lo preparo yo, pruébalo.

El chupito se lleva todo lo que encuentra a su paso. Joder con el chupito. Tres actores, un reloj sin tripas, dos sillas, una sábana, un pavo real disecado, un brazo derecho ( es importante que sea el derecho), un guante de limpieza rosa, un traje de miliciano, un juego de bingo y una palangana. ¿Quién no tiene eso en casa? Todo el mundo. Todo el mundo puede montar una obra de teatro en su salón.

Esto no es “Los miserables”.

Esto es teatro de diálogo y movimentos, de actores que dicen y hacen y exprimen los pocos objetos que tienen. Esto es un sándwich de dos rebanadas en las que te ponen, en un lado, Nocilla, y en otro sobrasada. Y a morder, a mastica y a tragar.

-Es que tengo el estómago de delicado, voy a pedirme un desnatado con bífidus.

Los de la Zaranda no tienen bífidus porque a veces da la impresión de que a los de la Zaranda el púbico no les importa demasiado. Es algo que está ahí, como el gorro del miliciano. A ellos lo que les gusta es abrir el armario y probarse todas esas frases que hace tiempo que nadie se pone. Ninguna parece sentarle bien a nadie, excepto a la dueña de la casa, que aunque prepare su funeral.

-¡Quiero un responso más emotivo!

tiene el lenguaje y el humor más vivo de toda la obra, sin que importe mucho que se quede sin el brazo izquierdo al principio y el derecho al final. La que anda más cerca de su propia tumba parece más lúcida y más vital, aunque su sangre ya no corra por sus venas, que los que la rodean, que en vez de ver fantasmas persiguen las sombras de su propia avaricia.

Puedes estar muerto aunque tus constante vitales sean normales.

Puedes estar vivo si te refugias en tu cabeza, como en lo alto de una torre, y sigues llamando a las cosas por su nombre y conservas el lenguaje inquieto y rápido como un galgo bien entrenado.

Hay esto y hay más : codicia, soledad, nostalgia, dolor, pena, mentira, humor negro, decadencia, calor, olor a cloroformo y miedo.

No voy a contar más de la obra, sólo el final : los actores no salen a saludar. Miles de obras con los actores doblándose ante el público, agradeciéndole su presencia en estos tiempo de crisis, y vienen los de la Zarada para explicarte, con su ausencia final, lo que nunca se debe hacer : si el personaje se conciverte en actor, le das una patada en los cojones a la obra que acabas de representar.

-Por esta gente me lancé yo a la mar – me dice el pirata Barbacoa.

No es mal plan, aunque esta gente sea de los que, en vez de utilizar el canal de Panamá, prefiera recorrer la mitad del continente.

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