viernes, 17 de junio de 2011

El oso espíritu


National Geographic manda a Paul Nicklen a fotografiar al espíritu del bosque en el bosque húmedo del gran oso de la Columbia británica. El mayor bosque templado del mundo. Los osos negros que viven ahí sufren una anomalía genética única en su especie : uno de cada diez oseznos nace blanco. Los llaman osos espíritu.

Nadie vive en ese bosque. Sólo se puede llegar ahí en barco o en avión.

Paul tiene cuarenta y cinco días para dar con ellos y hacerles una buena fotografía. En las dos primeras semanas no logra verles. Establece su puesto de observación en una atalaya en el punto de un río por el que pasan los salmones remontando la corriente. Ahí pasa unas diez horas diarias.

“Hoy comenzó a llover a cántaros. Debí habérmelo figurado cuando vi lo lisas que estaban las rocas. Así que me coloqué sobre la roca al borde de un precipicio a diez metros del río. Era imposible moverme más de medio metro sobre la roca porque cualquier resbalón causaría una caída grave. Así que ahí me quedé, siete horas de espera bajo la lluvia. Pasé mucho frío. Se necesita un nivel de paciencia inconmensurable. La única forma de reunir tanta paciencia es que te sientas apasionado por aquello que vayas a fotografiar y por la historia que quieres contar. Estás totalmente incómodo. Te mueres de hambre. Pasas calamidades. Pero nada importa porque lo único que te interesa es la foto. Pensaba : seguramente no veamos a ningún oso blanco, pero vale la pena pasar el día entero aquí. Cinco horas después miré al rió y pensé que algo iba mal. De repente vi dos rayas verticales blancas. Llevábamos semanas esperando y ahí estaba.”

“Somos una especie emotiva. Nos encantan las cosas bonitas, mimosas y raras, como los osos espíritu. Con suerte, al vincular nuestras emociones y nuestro amor por los animales terminaremos preocupándonos por su hábitat.”

“Echo de menos el ártico. Tras ocho días de esperar bajo la lluvia durante diez horas al día he obtenido cinco visiones fugaces del oso blanco. Y, dios mío, llevo todo el día aquí, de espaldas a la cascada, Tengo la bota izquierda empapada, los pantalones también. Y tengo frío. Esto es lo que hay que hacer para conseguir fotos.”

“Cuando no ves un oso pero has prometido unas fotos y el reloj sigue corriendo,estás gastando dinero y no obtienes una imagen, comienzas a pensar que no lo lograrás. Es una sensación horrible, La única forma de tranquilizarte en situaciones así es trabajar dieciocho horas al día.”

“Tenía una imagen resplandeciente en la mente pero al final acabe con otra de lluvia y ríos crecidos. Sin embargo, cuando el oso salió caminado bajo la lluvia, hice las fotos sabiendo que ésa era mi visión. Esa sensación, la de que al fin todo confluye es una de las mejores que puedes experimentar como fotógrafo de naturaleza.”

Paul consigue hacerle varias fotos al oso blanco, pero ninguna es la definitiva. Y es en el último de los cuarenta y cinco días, comprobando unas cámaras que ha dispuesto a modo de trampa, cuando se encuentra con la imagen que buscaba

“Ahí estaba el oso blanco sobre el árbol con la luz a un lado. Volví a apretar el botón y ahí estaba, casi mirando a cámara. Y en la siguiente, justo enfrente, nítido y con una luz perfecta. No daba crédito. Comencé a emocionarme y me dije : Lo tenemos. Lo conseguimos.”

Yo no sé qué busco exactamente esta tarde cuando le hago fotos a Daniel y a Jorge y Carlos , sus dos mejores amigos, mientras los tres se bañan en la piscina , de casa, que ha abierto hoy.

Les hago fotos saltando a la piscina, nadando, corriendo mientras se persiguen, tirándose, subiendo por la escalera y empujándose. Veo las fotos y algunas están bien, pero no me convencen. Digamos que yo también busco a ese oso blanco sin saber si andará por la piscina esta tarde.

Cuando bajamos hace sol, pero poco a poco el tiempo se va estropeando. Primero es Carlos el que me dice que quiere subir a casa. Después veo a Daniel tiritar y Jorge, viendo que se queda solo, también sale de la piscina.

Entonces los tres se sientan en el suelo y se cubren con sus toallas. Es el único momento en el que están quietos, contentos. Les digo un par de tonterías y los tres se ríen. Llevan riéndose toda la tarde por cualquier estupidez. Les hago varias fotografías con el diafragma abierto, cambiando la velocidad para asegurarme de que en una de ellas atrapo la luz que quiero. Disparo y disparo hasta que ese momento, igual que ha llegado, se marcha. Uno se quita la toalla, el otro se marcha a por un juguete y el que se queda se pone ya la camiseta.

Jorge se marcha el año que viene a otro colegio, así que es posible que esta imagen no vuelva a repetirse. Desde el primer año de infantil han sido prácticamente inseparables. Algo se vieron entre si que les animó a unirse y a elegirse entre todos los demás.

Les hago fotos esta tarde para ver si consigo dar con alguna pista sobre esa razón que les llevó a hacerse amigos con sólo tres años. No lo hago por mí, sino por ellos, para que les sirva para recordar.

Hago muchas fotos hasta dar con esa en la que los tres, envueltos en sus toallas, se ríen. Creo que en ese momento también a mí se me aparece un oso espíritu.

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