Dijo el fisioterapeuta :
-Levántate y anda, hombre.
Y anduve, como si nada. Fantástico. El milagro duró poco porque al llegar a casa, mi espalda me dijo :
-Siéntate y no te muevas, hombre.
Y en esas estoy desde ayer, torcido de un lado, como si fuera a coger una curva que no termina de llegar. Ando despacito, fijándome en la naturaleza : las hojas, los caracoles, la hierba, las flores, los árboles, las piedras, las ramitas, las briznas, los pajaritos y las nubes. Da tiempo para todo. La lumbalgia te vuelve zen.
-¡Adiós, abuelo!
-Adiós, criaturitas.
Qué juventud tan dichosa. Qué pena que la crisis les vaya a romper los dientes.
Hasta mariposas veo.
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