En el estrado están Agustín Delgado, de Iberdrola, Javier Santiso, de Telefónica, Alfonso Ochoa, de Adif, Regino Moranchel, de Indra y Antonio Arena, de Molecor.
Entre los que escuchan, estoy yo, tomando notas con mi iPad, que para algo estoy en un evento organizado por el CDTI : “Compra, capital y ayudas en la nueva política de innovación”. Se trata de demostrar que nuestra economía puede avanzar por otros caminos distintos al del ladrillo. Eso dicen y yo, no sé por qué, recuerdo la imagen de Virginia Wolf metiéndose en el río con los bolsillos llenos de piedras.
Pero aquí nadie habla de Virginia Wolf. Se habla de cogestión, de empresas tractoras, de la necesidad de cooperar, de internacionalizarse, de invertir parte de la facturación en innovación, de la necesidad de liderazgo en este tipo de programas, del apoyo de la administración, del dinero que se ha invertido y el que se va a invertir, de la ambición y de Gladiator.
Correcto, me digo, y anoto todo esto porque es importante.
El problema de este acto, que suena a despedida del equipo gestor del CDTI, es que huele a despacho, a corbata y no a vaqueros y a garaje. Esto parece una reunión alrededor de la chimenea recordando viejos tiempos, cuando uno era pequeño y tenía la cabeza llena de ideas.
No sólo no huele a garaje. Es que tampoco se cuela entre tanto discurso una de esas ideas que hacen que la realidad se eleve, arrancando sus pilares y moviéndose hacia otro lado.
Con todo el respecto para la gente que había ahí, ese escenario tendría que haber estado ocupado por las ideas de los emprendedores. Uno tras otro deberían haber expuesto sus proyectos todos los que, en empresas recién creadas e inestables, como ciervos recién nacidos, luchan por convertir su idea en un producto o servicio que llegue al mercado.
Eso es lo que me habría gustado y lo que eché en falta. Parecía una fiesta en homenaje a alguien a quien no se hubiera invitado.
Así que me marché como llegué, sin tener una idea de qué es lo que los nuevos emprendedores tienen en la cabeza.
Claro que, tener una idea está bien, pero si de verdad quieres que el Estado ponga dinero, mucho dinero, lo suyo es montar un banco.
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