La profesora de Daniel nos cita a todos los padres y todas las madres para explicarnos cómo va a ser este año escolar, qué es lo que van a aprender.
Tenemos que acudir a las cinco y cuarto, poco después de que los niños hayan dejado la clase, para que, cuando nos sentemos en sus sillas, sintamos todavía un poco tibios los pupitres y así nos centremos más en este momento. No nos encontramos ni en casa ni en el trabajo ni en el sitio en el que tal vez nos gustaría estar. Se trata de tener la cabeza aquí, uniéndonos a la clase y al momento, de que, sin dejar de ser los padres, seamos también un poco nuestros hijos.
Las madres analizan el estuche que cuelga de cada mesa y cuando reconocen el de su hijo se sientan ahí. Sacan los libros del cajón y los hojean, buscando pistas.
Yo no sé cómo es el estuche de Daniel, lo que me hace sentir culpable. Con razón. Ese estuche es un tema entre María y Daniel en el que yo no entré. Sé cómo es su mochila, pero no el estuche que lleva dentro de ella. Ahora veo las consecuencias de quedarse al margen de la vida de algunos objetos. Una lección que me llevo de esta clase. Si hubieran venido todos los padres, habría acabado, por eliminación, en la mesa de Daniel, pero no es el caso. Me siento en una libre.
Cojo un libro de la cajonera para leer el nombre de una niña cuya madre no ha venido a la reunión. Creo que hay pocas razones para perderse una reunión como ésta. Aunque sólo sea por asomarse a la vida de tu hijo y poder imaginarse mejor cómo pasa el tiempo aquí : esa es la pizarra en la que se fija, ésas las perchas en las que cuelga su abrigo, ésta la pared en la que se muestran sus trabajos.
La profesora concede dos minutos de plazo y comienza la reunión lamentándose de lo bien que nos entregó a nuestros hijos antes de vacaciones y lo mal que se los hemos devuelto. Silencio tenso, culpable, que ella rompe para anunciar que, a pesar de todo, gracias a sus esfuerzos en un par de semanas se ha solucionado todo.
La aguja de mi culpabilidad abandona la zona roja pero sigue en la naranja por el tema del estuche de Daniel.
La mayoría son madres, lo que me hace pensar que, no sé por qué, que ésta es una reunión de mujeres porque ellas son las que se fijan en los detalles, las que tienen la pregunta o la queja justa.
-¿Por qué no se les insiste en que cojan bien el lápiz?
o
-¿Tienen que seguir utilizando el lápiz rojo para las sumas?
o
-¿Es recomendable que se limpien los dientes después de comer?
o
-¿Por qué llegan con la ropa tan sucia a casa?
o
-¿Es bueno que se les acompañe con los deberes o hay que dejarles solos?
o
-¿Tienen que leer en voz alta?
o
-¿Hay algún tipo de castigo si dejan de hacer una terea?
o
-¿No deberían tener una clase de música?
o
-¿Quién decide y cómo si un niño va a clase de apoyo?
o
-¿Es verdad que la comida que les sirven está fría?
Los pocos hombres que estamos en la clase apenas hacemos preguntas. Ni apenas : no hacemos preguntas. Si por nosotros fuera, no se habría comentado nada. Habríamos escuchado las explicaciones de la profesora y nos habríamos marchado. Los hombres, para esto, somos muy aburridos. Se nos da muy mal hacer de madres.
Yo, por ejemplo, tomo nota de todo, porque al estar sentado de nuevo en un pupitre me entran ganas de copiar todo lo que aparece en la pizarra. Absolutamente todo. No puedo evitarlo. Echo mucho de menos esa relación en la que alguien al que reconoces que sabe más que tú, te enseña algo que va a ser interesante y útil para ti.
(Aprenderán ortografía, aprenderán a leer con entonación y velocidad, aprenderán a escribir pequeños textos y narraciones, aprenderán las tablas de multiplicar del 1 al 10, aprenderán a conocer los números hasta el 999, aprenderán a dominar sumas y restas con llevadas, aprenderán a multiplicar por una cifra, aprenderán a resovler operaciones de cálculo mental, aprenderán a realizar series, aprenderán a resolver problemas de sumas, restas y multiplicaciones de dos operaciones, aprenderán a averiguar qué término falta en una operación, aprenderán a conocer el cuerpo humano, aprenderán a clasificar los animales y las plantas, aprenderán as profesiones, aprenenderán los medios de comunicación y aprenderán a conocer, observar y explorar las características del entorno social y cultural. Entre muchas otras cosas, aprenderán todo esto que anoto)
Echo tanto de menos esa relación que estaría ahí sentado toda la tarde y toda la noche, para sentarme junto a mi hijo al día siguiente y colorear con él las partes del cuerpo humano, como veo que han hecho en los dibujos que están colgados en la pared.
El Excel nos ha arruinado la vida.
Una mujer pregunta y las demás asienten al escuchar la respuesta. Hay una unión entre ellas que queda en evidencia cuando al terminar la charla forman grupos para seguir comentando temas pendientes. Me despido y me marcho hacia el coche pensando en que un padre nunca estará tan próximo a sus hijos como una madre. Podrá quererles lo mismo, pero en el cuello tendrá la medalla de plata, no la de oro.
También pienso en la respuesta a la pregunta sobre la limpieza de los dientes :
-Si hubierais visto lo que hacen en el baño con los cepillos de dientes, ni os lo plantearíais. Yo tengo un hijo en el colegio y no le dejo que se los limpie.
Hay cosas de las que es mejor no ser testigo.
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