Los neutrinos, dice el periódico, van más deprisa que la luz. Eso tiene una serie de implicaciones tremendas en el campo de la física, según dicen, porque podría viajarse al futuro.
Yo puedo viajar al futuro o al pasado sin necesidad de grandes gastos. Lo hago, sin problemas, en el Bernabéu. El chaval que está sentado detrás de mí soy yo hace veinticinco años. Así que, desde mi punto de vista, estoy viajando al pasado. Desde el suyo, lo que tiene enfrente es su futuro.
Sorprendente. Y, en el césped, el Rayo le mete un gol al Madrid en el segundo cuarenta. La lógica, la física y la economía, por los aires.
Bueno, al viaje en el tiempo. Ese de atrás, sin ser yo, soy yo. Hace veinticinco año yo era así : Insultaba al árbitro, coreaba los gritos de los Ultra Sur, me ponía de pie, sabía quién era cada jugador por la forma de correr, celebraba cada saque de esquina, les decía dónde tenían que pasar el balón, gritaba eso de “eeeeeeeeee….¡cabrón”” cuando sacaba el portero, me unía a los cánticos, “illa, illa, illa, Juanito maravilla” y me comía el bocadillo de no sé bien qué sin quitarle el papel de plata (vamos, todo para adentro)
Así era yo.
Y el yo del futuro, con veinticinco años más, se gira al yo del pasado cuando celebra el empate del Madrid como si hubiéramos ganado la Copa de Europa.
-Que no hemos ganado la Copa de Europa – me digo.
-¡Hay que salir del bache! – me respondo.
El yo del futuro desea, en silencio, que gane el Rayo. El futuro, le explicaría al yo del pasado, es algo complejo. Empata el Madrid y, realmente, me jode. Me hubiera gustado que ganara el Rayo porque es capaz de plantar cara y porque me gusta ese lateral que vuelve loco a Marcelo.
-Lass – me dice el yo del pasado.
Lass. Es bueno ese Lass.
Ah. En el partido de neutrinos solteros contra rayos de luz casados, el resultado es : Luz 2,40000, neutrinos 2,39994.
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