Tengo que admitir que termino este libro porque me gusta la fotografía de la chica que aparece en la portada. Así de firmes son los argumentos literarios que pongo encima de la mesa a favor de este libro. He leído este libro poco a poco, como si la historia fuera ganando en pendiente y mis piernas fueran acusando, página tras página el esfuerzo de la historia. Que si un rato antes de la siesta, que si en el baño, que si por la noche cuando todos se han acostado, que si un rato antes de comer. Y siempre diciéndome : Vamos a ver si acabamos el libro y descubrimos qué le ha pasado a la chica de la portada.
Y es que, si la portada es un alegato, tan válido como otro cualquiera para leer el libro, la contraportada incluye la palabra que, a mi juicio, arruina el libro : thriller. Sí, thriller, como el de Michael Jackson, aunque aquí no aparezca él sino otro famoso : Einstein. A mi juicio el empeño de convertir esta historia en un thriller arruina todo lo que podría haber dado de sé. Pero el thriller vende, claro, sobre todo en verano, y esta novela, de un montón de páginas, te la puedes llevar a casa por seis euros.
¡Seis euros! Y tienes a Hitler a punto de subir al poder, y fantasmas que se aparecen, y nazis, y psiquiatras locos y psiquiatras que no están locos, y veteranos de guerra y experimentos, y divagaciones sobre la teoría cuántica, y ciudades como Berlín y Zurich y Belgrado y Novi Sad (parece una guía este libro) y amor, claro, amor, y resentimiento y, atención, la intriga, el meollo : ¿Tuvo Einstein una hija con su primera esposa de la que él mismo desconocía su existencia?
Todo por seis euros.
Para situarnos, he aquí un breve resumen : Kirsch es un psiquiatra que ha ejercicio como cirujano en la Primera Guerra mundial. En el momento en el que la novela se asoma a su vida, trabaja en un psiquiátrico, está a punto de casarse y tiene una sífilis contraída en la guerra que no pone de buen color su futuro como marido. En esa está cuando se enamora de una mujer por la forma que tiene de saltar un charco. Así es este hombre. La busca y no da con ella y es ella la que le encuentra a su manera, tumbada en una camilla, herida, y con amnesia. A partir de ese momento, Kirsch hace todo lo posible por descubrir lo que le ha pasado a la mujer. Lo que, como da a entender el tono con el que está escrito esta crítica, tampoco es para tanto. En mi caso, a un “pues bueno”, que parece que la chica es una hija que Einstein tuvo en su primer matrimonio y de la que no tenía conocimiento porque, dada en adopción al nacer, pensaba que había muerto poco después. Todo para que pensara en la relatividad en vez de tener que pasar el tiempo haciendo castillos en la arena con ella.
El problema es que esa duda sobre las actividades de cintura para abajo de Einstein no me atrae. Quizás en otro entorno, pero no cuando Hitler se está preparando para subir al poder y alisar Europa para plantar mejor su ideología y en los entrantes de su particular menú, se encuentra el plan, ya en marcha, de realizar listas sobre enfermos mentales para, convencidos de que esas enfermedades son hereditarias, acabar con todos ellos y mantener así limpia la raza.
El tema de esa limpieza se cuela en el libro, pero hay tantos asuntos tratados ya que apenas hay sitio en el vagón para él. En vez de sentarle para que se encuentre cómodo, se le deja de pie, sin espacio para desarrollarse. Con lo que tenemos a un psiquiatra que recibe la invitación de elaborar una de esas listas y a un antropólogo capaz de arruinarte tanto tu carrera como tu vida si no obedeces y en vez de atender a ese centro, el autor lo despacha rápidamente para seguir con la historia de la chica.
Si no lo he entendido mal, parece que a Einstein le gustaban mucho las mujeres.
Y otra conclusión : tan importante como lo que escribes es la foto que eliges para presentarlo.
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