jueves, 4 de agosto de 2011

La piel


Daniel se despierta con unos granos en el pecho y en la espalda. Dice que le pican un poco, buscando una descripción algo vaga que no le impida bañarse pero sí que le demos algo para calmarle.

Después de comer vamos andando al centro de salud. El médico del hotel puede cobrarnos, según nos explican en recepción, entre ochenta y cien euros. Daniel y yo caminamos despacio, como si así el calor fuera menos intenso.

Al pasar junto a un colegio se acuerda de un amigo suyo que este año ya no estará en su clase.

En el centro de salud nos recibe un enfermero que nos manda a la segunda planta, a la sala tercera, en la que se lee “desplazados” junto a la puerta. La doctora que nos atiende no lleva bata blanca y se inclina sobre la mesa para ver los granos de Daniel cuando le pide que se suba la camiseta. “I can´t be good all the time”, dice la camiseta.

-Puede ser algo de alergia – me dice.

Extiende dos volantes y me explica rápidamente las dosis que tenemos que aplicarle. Le pido que me o repita mientras lo escribo. Si no lo hago, sé que lo olvidaré en cuanto salga por la puerta. Me despido de la mujer con la sensación de que la auténtica doctora ha salido un momento y que ésta aprovecha esas ausencias para suplantarla.

Podríamos habernos pasado toda la tarde en la farmacia disfrutando del aire acondicionado, pero apenas hemos tenido que esperar, lo que nos obliga a salir a la calle. Sigue haciendo mucho calor, lo que provoca que las cuestas parezcan más empinadas. Llevo a Daniel de la mano. Normalmente va contándome cosas, pero ahora está callado, concentrado en los pasos que da.

Más tarde, María, después de ducharle, le aplica a Daniel la crema que le han recetado. Lo hace extendiéndola con un dedo y muy despacio, como si escribiera en su espalda. Antes le ha dado otra crema por el cuerpo, para que la piel no se le reseque, echándosela primero en las manos y repartiéndola rápidamente por piernas y brazos.

Estos son los días de la piel. La frotamos para que se aclare la sal, la protegemos con crema, la limpiamos con la ducha, la cubrimos con la toalla, la abrazamos, la fotografiamos, la tapamos con arena, la besamos, la miramos y escribimos sobre ella.

En el fondo, les decimos a las manos : tocad y recordad.

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