domingo, 14 de agosto de 2011

Transtempo



Hago ciento cuarenta kilómetros de ida y ciento cuarenta de vuelta para ir a ver “Transtempo”,de Cristina Sánchez Rodero, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, esta mañana de domingo.

Podría haberme quedado en la cama en una habitación en una casa en un pueblo en el que la gente, al atardecer, saca las sillas a la calle y se dedica a charlar, mezclando las palabras con las cáscaras de las pipas que comen.

Pero mi pueblo está en Madrid, escondido en esas calles que van desde Cuatro Caminos hasta el Rastro en un paseo que he hecho muchas veces una mañana de domingo como ésta. Quizás por eso no me cuesta madrugar y conducir, pensando en toda la energía que hay que gastar para que me pueda dar este capricho. Este tipo de caprichos también desaparecerán en el futuro.

Aparco en la zona de Bilbao porque los carteles de la M-40 anuncian cortes en el centro por las jornadas de la juventud. De ahí voy andando hasta sol, disfrutando del paseo. Que Madrid es una villa resulta evidente caminando por sus calles un domingo por la mañana. El incremento de las zonas vedadas al tráfico es un intento de extender el domingo al resto de la semana.

Llego al Bellas Artes y, en la sala Picasso, veo la exposición “Transtempo”. De la intruduccion escrita en una pared me gusta la palabra fijar. Supongo que todos, cuando hacemos una foto, aunque no lo sepamos, buscamos fijar ese momento. No se trata de recordarlo, sino de sacarlo de ese flujo temporal y conseguir que siga vivo como un pez fuera del agua. Ese tipo de foto que no arrastra al pasado para compararnos con él o para ver cómo éramos, sino que expone una pequeña verdad en forma de sentimiento que, al ser reconocido o experimentado por el que la observa, es capaz de unir el momento de la foto y el del que la observa hasta hacer desaparecer esa diferencia.

Describirlo es fácil, lograrlo con las fotos parecería imposible si no lo estuviera viendo en la exposición. Foto tras foto tengo la impresión de estar frente a un ejercicio de magia, porque parece increíble que Cristina pueda estar justo ahí donde se está contando algo.

Cada foto, un truco. Y de todas ellas, ésta es mi selección particular :

1-El señor cura y su madre – 1980
2-El desayuno – 1986
3-Aloitadores – 2010
4-Entrelazados – 2010
5-La rama – 1979
6-El alma dormida – 1981
7-El arrebato – 1993
8-Llamas de ofrenda – 1974
9-Los abuelos – 1986
10-Antoñito – 1981

Cuando vuelvo al pueblo después de la exposición me pregunto si Cristina sería capaz de aplicar su magia a estas calles, a estas casas, a esta gente que, aparentemente, no tiene nada que decir.

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