miércoles, 10 de agosto de 2011

Siete


Poco antes de que el sol se ponga, los enanos soplan sus velas. Ha costado bastante conseguir que se mantengan encendidas porque desde hace unos días sopla el viento de levante. En cada una de las dos tartas, idénticas, hay dos siete, también idénticos para evitar problemas. Lucía sopla con fuerza y la apaga al primer intento. A Daniel le cuesta un poco más.

Aplaudimos y les hacemos muchas fotos. Tal vez demasiadas, sí.

Dejamos las velas encima de una mesa de la habitación, cogemos las dos tartas y un cuchillo y nos marchamos a la zona de la piscina. Las tartas son baratas, industriales, y las compré ayer en el Supersol por 3,40 euros cada una porque, como ninguno es goloso, las veo más como un soporte en el que poner las velas que como algo que después nos vayamos a comer. Nos sentamos en una tumbona y desde ahí vemos cómo se va poniendo el sol. Curiosamente, hoy los dos me piden un trozo tras otro, que les corto de sus tartas.

En todas las vacaciones, va a ser la primera y la última vez que veamos atardecer así. Lo normal es que hubiéramos estado en la zona de las construcciones hinchables, pero hoy, cansados, han preferido quedarse aquí. No es el mejor de los atardeceres porque el mar apenas cambia de color, como si el atlántico no se permitiera esos juegos de naranjas del mediterráneo, más para turistas. A pesar de todo, me parece una buena manera de celebrar su cumpleaños.

Cuando dentro de unos años quieran saber cómo fue cada una de sus celebraciones, ésta será fácil de recordar. De mi celebración de los siete años soy incapaz de recordar nada y lo cierto es que me gustaría mucho saber quién compró mi tarta y dónde, si pusieron siete velas o una representando mi edad, quiénes estaban conmigo cuando las soplé, dónde lo celebramos, si terminamos o no la tarta, si alguien me hizo alguna foto, si hubo algo especial en ese cumpleaños y si lo celebramos el mismo día en que caía o lo dejamos para el fin de semana siguiente.

Pero lo más sorprendente de la celebración ocurre después. Al regresar de la piscina, los enanos quieren lanzar los globos con los que hemos cubierto su cama esta mañana para que salgan volando. Se asoman a la terraza y los sueltan, pero en vez de elevarse, caen al suelo, donde los niños que están jugando en un parque vienen corriendo a recogerlos. Hay globos para todos, así que no se producen peleas. Los niños levantan los brazos pidiendo más y más. Los globos caen lentamente. El blanco de las paredes hace que sus colores destaquen mucho más.

1 comentario:

  1. Pues eso, recuérdales con quíenes pasaron su séptimo cumpleaños... Al menos fotos si tendrán. ;-)

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