miércoles, 3 de agosto de 2011

Nietzsche y playa


Junto a un bar del que sale el olor a pescadito frito está el puesto de libros de saldo. El puesto, abierto cuando empieza a atardecer, está atendido por dos mujeres y un hombre gordo, pero que muy gordo, que, con un cigarrillo en la boca (para atacar cualquier flanco débil de la salud) va reponiendo los libros que la gente compra.

Parece un puesto de mercado, con la diferencia de que éste es a la cultura lo que una tienda de congelados a una pescadería. Pero ahí está. Si quieres huir de las autoras suecas de novela negra, que están en todas partes, aquí se ofrece un refugio de segunda mano para los que buscan literatura de verdad.

Sin ir más lejos, y dejándonos de presentaciones, ahí está Nietzsche. "Así hablaba Zaratustra","El Anticristo" y "Ecce Homo". Sin concesiones. O todo o nada. La lectura perfecta para los que quieren aprovechar las horas en la playa con un texto de los que te lijan el alma por dentro y por fuera.

-Ya me he terminado el Marca. Vamos ahora con Nietzsche.

El precio no es excusa porque puedes comprar cualquiera de esos libros por cuatro euros. Si te parece demasiado por las obras de un tipo que acabó su vida agarrándose a los caballos y echándose a llorar por ellos, por un euro menos puedes llevarte “El retrato de Dorian Gray”, “Cumbres Borrascosas”, “Utopía”, “Orgullo y prejuicio”, “Drácula”, “Alicia a través del espejo”, “Madame Bovary”, “Alicia en el país de las maravillas”, “La metamorfosis” o “El anticristo”. Todo ello gracias a la editorial Edimat.

No sé si las traducciones serán muy buenas, pero como a Nietzsche tampoco se le entiende muy bien cuando va de la mano de los traductores oficiales, quizás éste sea el momento de hacerse con uno de estos libros y llegar por fin al fondo del filósofo del bigote como una escoba.

Ese momento en el que te llevas la mano al bolsillo para ver si tienes los cuatro euros puede ser el instante que marque un antes y un después de tu vida. Curiosamente en el sitio en el que menos te lo esperarías, pero es que está visto que en Conil todo es fachada y que cuando se marchan los turistas, sus habitantes apagan la radio, se olvidan de la música y sentados en sitios apartados discuten sobre las obras clásicas de la literatura universal.

Tal vez te llegue el olor a pescadito frito, pero todo es mentira. Un truco para atraer turistas.

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