viernes, 26 de agosto de 2011

Ninguna copa sin vino


En un extremo de la larga mesa de madera, casi arrinconados, estamos los hombres. Hablamos de Mourinho. Mourinho sí, Mourinho, no. Este es el lado más aburrido de la mesa.

El más divertido es el otro, el de las mujeres, que no paran de hablar y de reírse. La risa las une, sólo hay que verlas, y las aleja un poco de nosotros. Comienzan hablando del método Duncan, repitiendo lo que han oído por ahí, mientras no dejan de comer tomate, mojar en la salsa, compartir somarro y chorizo y beber. Estas mujeres no paran de beber y puedo dar fe de ello porque esta noche me encargo de que ninguna copa esté vacía. Es mi misión y lo hago lo mejor que sé aunque no sea fácil. Tan pronto termino una ronda, ya veo una copa vacía y la botella a punto de terminarse lo que me obliga a ir a por otra botella para que el río y la risa sigan fluyendo.

Una gran cena para celebrar el cumpleaños de María.

Sirvo y sirvo y sirvo y sirvo y sirvo y sirvo y sirvo y sirvo y sirvo y sirvo. No descuido tampoco mi copa porque hoy ha sido un día de mierda en el trabajo y quiero dejarlo atrás. No ha sido una mañana nada agradable, pero he aprendido algo : si tú no estás convencido de lo que haces, no vas a convencer a nadie. O dicho de otra forma : no te engañes. Ese debería ser un mandamiento a seguir.

El tío de María coge su guitarra y comienza a tocar. Las mujeres se ponen de pie y empiezan a bailar. Los hombres nos quedamos mirando, como si el vino se nos quedara sólo en la cabeza y nos convirtiera los pies en cemento. Las mujeres saben sacarle más partido al vino, eso es evidente. Se lo pasan tan bien que temo que de repente alguna de ellas se fije en nosotros y nos pregunte :

-¿Y vosotros, qué hacéis aquí?

Yo levantaré la botella de vino, ya vacía, y así trataré de justificarme. Tres botellas de Valdehermoso 2009 y tres de Arrocal 2009 han caído.

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